EL PROBLEMA DE LOS TRES CUERPOS
- Agustina Rinaldi

- 18 ago
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Actualizado: hace 4 días
Artistas: Julieta Tarraubella, Angel Salazar y Lena Becerra
Curaduría: Agustina Rinaldi
Espacio: Fundación Andreani
Contexto: Desafíos V, un ciclo de la fundación en el que se convoca a un curador para delinear una exhibición a partir de una investigación personal.
Fotos: Augusto Zanela. Gentileza de Fundación Andreani.
"El problema de los tres cuerpos" es un enigma científico que surge cuando tres cuerpos celestes -como planetas y estrellas- interactúan en un mismo campo gravitacional. La incorporación de un tercer elemento en una dinámica previamente dual provoca un caos que altera sus trayectorias y reconfigura profundamente la superficie sobre la que orbitan.
Los movimientos de dos cuerpos, como el Sol y la Tierra, siguen órbitas regulares y son predecibles. En cambio, ante la presencia de un tercer cuerpo, como la Luna, el entorno se vuelve caótico. Los tres se influyen mutuamente de manera tan compleja que se vuelve imposible predecir sus posiciones en el futuro.
Atraída por el alboroto cósmico abordado por el científico teórico Henri Poincaré a fines del siglo XIX, la curadora Agustina Rinaldi imagina la sala de la Fundación Andreani como un campo de fuerzas en el que el encuentro de tres cuerpos de obra creados por Angel Salazar, Lena Becerra y Julieta Tarraubella rompe la estabilidad de un sistema binario establecido -humano | no humano- al introducir un tercer elemento -las fuerzas materiales- que nos obliga a reconsiderar el supuesto equilibrio que hasta hoy regía nuestra experiencia en el mundo.
Las instalaciones, concebidas por los artistas especialmente para este acto expositivo, reivindican la vitalidad de la materia. Lejos de considerarla inerte y pasiva, ponen en escena su agencia transformadora y constitutiva mediante piezas que están lanzadas a continuas transformaciones más allá del control humano, desde el primer hasta el último día de exhibición.
Si bien podríamos enmarcar estos trabajos dentro de los “Nuevos Materialismos”, un campo de reflexión posthumanista consolidado por teóricas como Jane Bennett, Karen Barad y Rosi Braidotti, más de 300 años antes Baruch Spinoza ya afirmaba que todo lo que existe deviene de una misma sustancia, reivindicando el entrelazamiento entre la complejidad de lo viviente más allá de las categorías existentes y quebrando la absurda frontera entre sujeto y objeto o entre mente y materia: “Deus sive Natura”.
El sistema autopoiético de Becerra, la escultura viviente que dirige las imágenes generativas de Salazar y la estación de vigilancia habitada por el devenir floral de Tarraubella se constituyen como ensamblajes en constante latencia que borran los límites entre causa y efecto, al desplegarse en un incesante devenir, sin principio ni fin. Aunque los elementos que componen cada instalación se ensamblan en un cuerpo mayor, extensible y dotado de ciertas cualidades colectivas, cada uno preserva algo de su impulso agencial original. No hay fusiones definitivas, sino alianzas que se manifiestan en enjambres vitales.
En este contexto, el visitante actúa como un cuarto cuerpo que, lejos de ocupar el lugar de un observador pasivo, se incorpora a las incesantes e imperceptibles mutaciones que habitan la sala. Solo cuando nos volvamos conscientes de que aquello que llamamos realidad no es más que un ensamblaje de procesos de coafectación entre humanos, plantas, animales, tecnologías y materia, podrá emerger otra zona de contacto posible: más justa y equilibrada, donde la diferencia sea la fuerza que marque el pulso del continuo devenir en el que estamos inmersos.
Agustina Rinaldi













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